Las ferias del vino que se realizan en Cochabamba sirven para tener una idea sobre el desarrollo de la industria del vino en Bolivia, que es una industria sin chimeneas de fuerte impacto en algunas economías regionales como la tarijeña, donde ha logrado su mayor desarrollo. En un futuro cercano Santa Cruz pareciera perfilarse como la segunda región, aunque por el momento este lugar sigue ocupándolo Camargo junto a sus valles aledaños.
En efecto, en la IV Feria VINOFEST que acaba de concluir, las bodegas dominantes fueron las tarijeñas, principalmente por la influencia de las más grandes que tienen mercados y clientes bien ganados. Por sus propios méritos brillan: Kohlberg, Concepción, Campos de Solana, Casa Grande y Aranjuez, que presentan diferentes productos varietales, reservas y hasta uno que otro Gran Reserva o vino de altura Premium. La novedad fue la botellita de etiqueta celeste de Kohlberg que dice ser Blend, sin especificar cuáles son las variedades que se mixturan. En todo caso es una combinación un poco superior a su Vino Fino Tinto, que es su clásico. Recordemos que cada una de las bodegas grandes tienen su clásico o, mejor, el vinito de mesa que los saca de apuros y a veces de la pobreza. Generalmente es el más barato y el más consumido. Entre estos se nota le preferencia del público por el clásico de mesa de Aranjuez, que lleva el nombre de Terruño.
Dentro de esta categoría me impresionó la etiqueta de un Casa Grande, que decía: Cabernet Sauvignon, Reserva del 2005. Por los años y la variedad parecía la mejor escogencia para una compra, pero no resultó así. Le faltaba cuerpo, más color y más tanino. Un poco flaco para lo que esperába después de tanta maduración.
En la Feria misma me concentré más bien en las bodegas medianas y en las pequeñas. Casi todas las pequeñas provenían de los valles de Camargo y de Tarija, a excepción de dos que provenían de Cochabamba, para salvar el honor. En el momento de degustar nuestra preferencia siempre es por los vinos secos. Lastimosamente la mayor parte de las bodegas pequeñas producen vinos endulzados llamados Oporto, o Abocados si son menos dulzones. En general son vinitos de baja calidad, con mucho azúcar para ocultar sus deficiencias. Probablemente sean también los más vendidos puesto que la cultura del vino en nuestro país se encuentra todavía en pañales. En las reuniones o fiestas populares predominan los vinitos dulces o azucarados.
Este año nos impresionó mejor el vino seco de Santa Ana, la bodega de Sipe Sipe, que volvió a reaparecer en la Feria y que es, sin lugar a dudas, la más grande del Departamento, con productos pasables y baratos. No podemos decir lo mismo del vino seco de la Bodega Marquéz de la Viña, de Vinto, que tiene mucho camino por recorrer para ponerse a la altura de su publicidad. La folletería por ellos distribuida dice que su mejor producto es un Cabernet Sauvignon Reserva 2013, de uvas producidas en el valle de Cochabamba y caldos criados en barricas de “roble chileno”. Preferimos creer que se trata de un error de edición antes que de un error de concepto, de lo contrario, tendrían que aclararnos el lugar dónde se encuentran los viñedos cochabambinos y el lugar de dónde procede el roble chileno. Lo que ya es imperdonable, es que se llame como Reserva a ese vino tierno, producido en 2013. La susodicha propaganda nos obliga a pensar en la necesidad de normar mejor nuestras apelaciones en Bolivia. No se puede llamar Reserva a cualquier cosa, lo mismo aquí que en Tarija. La mejor definición de Reserva la tienen los españoles, vino de 36 meses, de los cuales por lo menos 12 meses en barricas de roble francés o americano.
De cualquier manera, parece que el best seller de esta bodega vinteña es una botellita pequeña con tapón de hojalata, de un vino rosado llamado Evita, que dice ser dulzón y delicadamente gasificado. Por lo menos en la Feria fue el más promocionado entre los jóvenes. Por sus características no nos apeteció probarlo.
Si pudiésemos calificar con un denominador común a los vinos secos de bodegas pequeñas y tratando de no ser muy severos, diría que predominantemente son muy tiernos, un tanto ácidos o metálicos, o cuando menos con sabores excesivamente tánicos. No tengo en la memoria ninguno que me haya impresionado por su elegancia o equilibrio, tal vez porque he probado muy rápidamente una cantidad grande de estos vinos, la mayor parte pateros, lo que no me ha permitido identificar a los verdaderamente buenos. Es innegable, sin embargo, que hay mucho camino por recorrer para salvar la brecha entre los grandes y los pequeños productores.
El espacio de los pequeños y pateros está dominado por Camargo y Tarija, con alguna presencia cochabambina. Esta conclusión nos vuelve a provocar la pregunta del ¿por qué Cochabamba tiene tan baja representación en la industria vinícola, teniendo las condiciones climáticas que tiene?¿Es que nunca ha existido una tradición vinícola en el valle o se la ha perdido en el camino?¿Qué pasa con algunas regiones que se llaman vinícolas de tradición como Capinota o Mizque, que no tienen representación en materia de vinos?
Esperamos que esta situación se revierta en el futuro a través de esfuerzos privados, ante la falta de apoyo gubernamental. Deseamos que tengan éxito algunos proyectos aislados como la anunciada Bodega Los Terebintos en Capinota, en pleno proceso de montaje y experimentación, con la visión de obtener vinos de calidad, aunque en pequeña escala.
Volviendo a la Feria, mi mayor atención ha sido para los vinos nuevos de bodegas medianas. Estuve atento a la presentación del vino 1750 que, finalmente y pese a estar anunciado, no apareció. Este es un vino que ya lo he probado antes en Samaipata, de donde es originario. Es un vino caro y con grandes pretensiones, respaldadas por sus 6 hectáreas de uva seleccionada y regada con micro gota. Por lo mismo, es un vino que queríamos degustarlo junto a los de las otras bodegas emergentes, entre ellas la más anunciada, la Bodega Sausini, que en su escaso recorrido ya exponía una medalla de Plata en Sevilla 2011. Personalmente me gustó más su Merlot 2010 que su Cabernet Sauvignon, aunque ambos son bastante equilibrados. Hacia delante, pareciera que un vino Sausini puede recomendarse en cualquier mesa donde se pretenda beber buen vino nacional. Ni qué decir de la ya prestigiada botella de Magnus, bodega que se consolida año tras año en el gusto de los amantes del buen vino. Esta vez aprecié sus dos bi varietales, el Merlot-Cabernet 2008, y el Sirah-Cabernet 2009, ambos de gran complejidad y mucho cuerpo.
Siempre en esta categoría, pero más tirando a grande, terminé gratamente impresionado por un nuevo producto de la Bodega Kuhlmann, muy bien conocida por sus singanis de calidad, esta vez presentando el Altosama, un buen vino espumante de altura, Demi-sec, que puede convertirse en una real alternativa a los champagnes y espumantes importados para brindis y para degustación en el selecto grupo de gourmets originarios.
¡¡Salud y larga vida a los productores de vino nacional, brindemos por ellos!!