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Prisioneros paraguayos del Chaco, en Cucuni

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La Hacienda de Cucuni que fue propiedad de Vitaliano Ledezma Guzmán, coronel del Ejército boliviano nacido en Irpa Irpa. | Los Tiempos

 

Diego Alfonso Rojas Castro*

Publicado en Los Tiempos, el 13/03/2017

Durante la Guerra del Chaco la mayoría de las poblaciones de Bolivia, por no decir todas, dieron una “cuota de sangre” enviando a sus hijos al frente de batalla. Y no solo eso, también aportaron desde retaguardia enviando suministros y víveres.

Algunas incluso recibieron en campos de confinamiento a prisioneros paraguayos capturados en las distintas batallas de la guerra. Una población que hizo las tres cosas a la vez es Irpa Irpa, municipio que forma parte de la provincia de Capinota, ubicado a 67 km de Cochabamba.

Hoy en día, Irpa Irpa es conocida por la producción de cemento a cargo de la Cooperativa Boliviana de Cemento (Coboce) gracias a las canteras que se encuentran en el lugar, pero la población tiene una historia íntimamente ligada a la Guerra del Chaco que es importante recordar y tener presente.

En esta población se encuentra un hermoso paisaje llamado Valle de Cucuni, considerado “Patrimonio Histórico y Cultural de Bolivia”, ya que ahí se encuentra la Hacienda de Cucuni que fue propiedad de Vitaliano Ledezma Guzmán, coronel del Ejército boliviano nacido en Irpa Irpa. Era un hombre alto, robusto, de tez blanca, de pocas palabras y que tenía a varios perros por compañía.

Este coronel habiendo acabado de conseguir su jubilación después de una brillante carrera como agregado militar en las embajadas de Brasil, España, Francia, Alemania, y pese a haber estado en muchos lugares del mundo, prefirió volver a su tierra natal e invertir los ahorros de toda su vida en la adjudicación de los molinos y terrenos pertenecientes a esta hacienda.

Declarado benemérito de la Guerra del Acre y del Chaco (a la cual asistió estando ya jubilado), a su vuelta del “infierno verde”, trajo consigo 50 prisioneros paraguayos, a quienes se les atribuye la construcción de esta hacienda a cargo de la dirección del citado oficial.

En aquel tiempo, la Hacienda de Cucuni era la residencia más acomodada del pueblo, se destacan palmeras, una caballeriza y el molino de agua conocido como “El molino de Cucuni”, construido en la época de la Colonia y restaurado en la época republicana. El sonido del agua llama la atención y guía su origen. Se trata de una acequia que atraviesa la hacienda y alimenta el molino cuya piedra —destinada al molino de los granos— se encuentra ahora fuera de las ruinas, en completo abandono.

Ahora se pueden ver los restos de las tejas caídas junto a cañahuecas y pajas sobre los molinos que se utilizaban para la transformación del grano en harina con la fuerza del agua. Las paredes de adobe están remojadas por el agua y el ingreso a este espacio es casi imposible por el lodo acumulado. Su visibilidad, desde el camino, se complica por la maleza que ha crecido y la falta de limpieza.

Conforme al diseño típico de estos molinos (que aún se ven en Arani y otras zonas del valle cochabambino, así como en los valles de Cairoma en La Paz), en el sótano del molino se ubicaba parte del sistema de engranes que permitía hacer girar las muelas y los colectores de harina, que se usaban también para almacenar el grano.

Los prisioneros en su confinamiento, trabajaban en la hacienda de herreros, albañiles, carpinteros, y también en la agricultura y en el molino, cultivando verduras y hortalizas para el aprovisionamiento de tropas bolivianas en el campo de batalla.

Como ya se dijo, en este valle se instaló además un molino de impulsión hidráulica, “Harina La Flor”, donde llegaba todo el grano de Quillacollo para después ser transportado en tren. El ferrocarril salía desde la Estación de Irpa Irpa hasta Potosí (presumiblemente rumbo a Uyuni). Posteriormente, la carga era llevada en mulas y burros hasta el escenario bélico. A la fecha, la Estación de Irpa Irpa que fuera el centro de desarrollo del pueblo, se halla también abandonada y convertida en tiendas de abasto.

En el mismo estado se encuentra hoy en día la hacienda, abandonada y en ruinas aunque, afortunadamente, todavía está en pie. Según Camacho Guzmán, los ancianos del lugar no pueden precisar el lugar donde estuvieron alojados los prisioneros, ya que no se habría encontrado un ambiente con capacidad de albergar tal cantidad de cautivos.

El investigador y autor Rodrigo Rosa, cuenta que en una visita realizada a Irpa Irpa en 1999, un anciano que solía tomar sol en la plaza contó que los prisioneros dormían en una precaria construcción de adobes con techo de paja reforzada con viejas lonas de carpa, que estaba contigua o muy próxima al molino, y que se había levantado exprofeso para tal fin.

El anciano contó también que los mismos prisioneros habían ayudado a edificarla y que dormían en jergones o “payasas”. A decir del anciano, dicha construcción habría desaparecido hacia 1943, tras haber sido despojada de su techo por la repatriación de los prisioneros. Sin embargo, Donata Salazar, la más anciana de la zona de Cucuni, cuenta que los prisioneros dormían en el sótano de la construcción principal, ambiente completamente inhabilitado por el paso de los años. Eran parte de la comunidad y andaban siempre de buen humor, recuerdan los ancianos. Cinco paraguayos que murieron por enfermedades fueron enterrados en el cementerio de Capinota.

En una visita realizada al lugar, el domingo 27 de noviembre de 2016, vimos que lo que era antes el sótano de la construcción, a fuerza de anegarse una y otra vez por las lluvias, hoy se encuentra colmado de tierra lama. No es descabellado pensar que esta construcción haya podido servir para alojar a los prisioneros, eso sí, en completo estado de hacinamiento, con literas de apenas 30 o 40 cm de ancho y varios niveles uno encima de otro, de modo que una vez acostado, la litera de nivel superior quedaba prácticamente en la cara del prisionero.

Con estrechos espacios con lo justo para circular por el sótano entre las literas, fácilmente podrían haber entrado los 50 prisioneros que la memoria histórica del pueblo recuerda haber tenido confinados durante la guerra.

Un detalle tal vez de poca importancia pero que llamó la atención del que escribe esta nota, radica en que en una visita a Paraguay, causaba segundos de confusión en los bolivianos la forma de dar indicaciones que tienen allá: “vaya derecho” para ir recto por la ruta. El primer impulso de los bolivianos era girar a la derecha hasta comprender al instante que había que continuar recto.

En la visita realizada a Irpa Irpa uno de los pobladores usó la misma frase para indicarnos la ubicación de los Molinos de Cucuni —vaya derecho— ¿casualidad o una forma del lenguaje que permanece hasta hoy por influencia de los prisioneros paraguayos del tiempo en que estuvieron allí?

Es una pena ver que este lugar con tanta historia quede abandonado y en el olvido. Se podría habilitar la construcción principal donde estuvieron los prisioneros como museo. Conseguir fotografías (que seguro que las hay) de los prisioneros en la Hacienda en sus trabajos de agricultura en lo que una vez fue su campo de confinamiento, poner las listas de nombres de los prisioneros que estuvieron en el pueblo durante el tiempo que duró su cautiverio.

¡Basta de desidia e indiferencia para con la historia de la Guerra del Chaco!

* El autor es ingeniero perito en informática forense.

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Un sorprendente viaje de Capinota a San Pedro de Buena Vista

Por Antonio Rocabado Q.

A la distancia se aprecian las plantaciones de tumbo, en las afueras de Apillapampa

Al finalizar el pasado año 2011 y por razones de trabajo, tuvimos la grata oportunidad de realizar un viaje de sorprendente singularidad paisajística. El trayecto, que resultó una auténtica rareza desde el punto de vista histórico, cultural y magníficas panorámicas, fue recorrido en camioneta en unas 4 horas de travesía, partiendo desde la plaza principal de Capinota hacia el antiguo pueblo potosino de San Pedro de Buena Vista, actual capital de la provincia Charcas.

El típico paisaje de montaña comienza con un acceso en subida relativamente fácil de 20 Km, a partir de Yatamoco –-al frente de Capinota— hasta Apillapampa, ahora denominada “Capital del Tumbo” por la profusión de terrenos destinados al cultivo de esta deliciosa fruta. El progresista pueblo de Apillapampa fue un importante enclave aimara donde particularmente en sus alrededores prevalecen viviendas con tipología constructiva andina, y el pueblo mismo, adosado a una colina, resulta desparramado en tortuosas callejuelas empedradas. El sendero atraviesa el poblado por una angosta calle adyacente a su plazuela central, y se vienen  unos 15 Km de varias fatigosas cuestas y curvas que hacen el peor trecho de todo el camino, hasta alcanzar el sitio llamado Kallawi, donde existe un hito que se constituye en el límite territorial entre Potosí y Cochabamba. 

El paisaje se hace más intenso bajo el implacable sol del mediodía y su brillantez amenaza con enceguecernos. De la empinada ubicación de Kallawi comienza una formidable bajada para llegar a Iturata, un remoto tambo de aprovisionamiento forrajero de los viajeros en acémilas de la época colonial, que partían de Chuquisaca a Cochabamba o viceversa. Iturata se ubica en la confluencia de ríos que son las cabeceras del rio Sopo, el cual corre al norte hasta desembocar en el río Arque, en las inmediaciones del pueblo capinoteño de Sicaya.

Desde la bajada a Iturata puede divisarse el legendario cerro de Mallcocota, cuya mina tuvo su apogeo en la época colonial cuando los españoles explotaron oro y plata. La mina alguna vez tuvo también un ingenio minero para el proceso extractivo de los minerales. La afanosa explotación minera de plata por mucha gente ávida de mejor porvenir abarcó hasta fines del siglo XIX, y posteriormente sobrevino el abandono, aunque recientemente se habla de una intensiva reactivación de la explotación minera a cargo de inversiones extranjeras.

De Iturata el camino a nuestro destino final transcurre paralelo y en contracorriente al cauce de uno de los tributarios señalados, y después de recorrer 12 Km, llegamos al cruce con la carretera interdepartamental Uncía-Acacio-Anzaldo-Cochabamba, en un sitio cercano a la localidad de Sakani. Ya por el camino potosino, en buen estado de mantenimiento, a los 10 Km arribamos a otro cruce de caminos llamado Huaylloma, y allí, abandonamos esta plácida vía interdepartamental que prosigue en dirección a Acacio, al puente sobre el río Caine, y a la ciudad de Cochabamba. En Huaylloma tomamos el desvío y nos precipitamos por una prolongada pendiente de 30 Km hasta San Pedro de Buena Vista, que siempre quisimos conocerlo recorriendo este nuevo trayecto que sale de Capinota, y nos alegra la oportunidad de visitarlo nuevamente.

La carretera de acceso a San Pedro, está emplazada en el largo declive Norte-Sud que va más allá del poblado, y se recorre por la orilla oriental del curso principal del río San Pedro, emblemático de la zona, que más parece una gigantesca torrentera con numerosos conos aluviales de deyección de material denudado de las montañas aledañas, predominantes en todo el territorio. Esta vista general nos permite apreciar la imponente y típica topografía de la comarca. 

El autor frenta a la casa de la familia Rocabado en San Pedro, donde se imprimieron los primeros periódicos de la región

En San Pedro de Buena Vista todo tiene una historia, y no faltan rincones del pueblo que no escondan alguna fábula relatada por sus habitantes, por eso, para entenderlo y vivirlo también hay que escuchar. Y mirar.

Para nuestra buena fortuna, apenas llegamos a la plaza principal del pueblo nos encontramos con el Ing. Cándido Pastor, pariente nuestro y conocido sanpedrino considerado uno de los pioneros del Parque Tunari de Cochabamba, quien, casualmente, estaba en su tierra natal también ofreciendo su colaboración profesional a las autoridades locales.

El Ing. Pastor nos guió y relató varias historias antiguas de la zona, como el hecho de que San Pedro tenía importantes Estrados Judiciales donde se ventilaban pleitos resonantes de todo el norte de Potosí. Dada esta situación, era residencia de muchos abogados de renombre y su gente joven por lo general se marchaba a estudiar Derecho a Sucre. La actividad intelectual pudo ser notable, habiéndose, incluso, logrado disponer de una imprenta adquirida en Sucre por el Dr. Rodolfo Rocabado, en la cual, se imprimieron otrora varios periódicos locales (“El Sol”, “El Loro”, y “La Aurora”).

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Noche de difuntos (Un cuadro de Buñuel)

Por: Edgar Claure Paz

Miles de velitas alrededor de las tumbas alumbran el cementerio en la Noche de Difuntos

La noche de difuntos en el valle bajo de Cochabamba es una festividad religiosa que no tendría nada de particular si no es por la forma de celebrarla. En Capinota, por ejemplo, se inicia al anochecer, en el cementerio, cuando la avenida de ingreso se llena de vendedores que, a la luz de velas y mecheros de kerosene,  ofrecen flores, velas, coronas de papel blanco, morado y negro y otros adornos a todos los visitantes. La avenida no tiene iluminación eléctrica porque, siendo tan poco transitada durante los demás días del año, no la creen necesaria y, además, porque todos en el pueblo sienten una atávica aprensión a transitar por sus cercanías, sobre todo cuando la luz diurna se ha disipado.

Ese día, desde todos los caminos, llegan los capinoteños. Probablemente es la única fecha en que se reúnen familias enteras para visitar las tumbas de sus parientes muertos, nuevos y antiguos, porque a todos se les venera por igual en ese cementerio cuyo centenario portón y gruesos muros de adobes protegen sepulcros de todas clases: rústicos intentos de mausoleos y túmulos de tierra, muchos de ellos centenarios, a cuya cabecera se conservan cruces de madera o de hierro cuyos barrocos adornos son obras de arte de viejos artesanos del martillo y el fogón. También hay algunas tumbas talladas en piedra, generalmente pertenecientes a familias «dinásticas» del pueblo.

Banda de música toca las canciones preferidas del difunto

Allí se va a honrarles y, reunidos alrededor de la tumba, a intercambiar recuerdos del muerto o de ellos mismos, afectuosas anécdotas y reclamos por los ausentes, mientras adornan la tumba con flores y cavan pequeñas hornacinas alrededor del túmulo donde se encenderán las velas que en su homenaje lleva cada doliente. Cuando la oscuridad ya es total, el paisaje se ha poblado de las luces de miles de velas que, apenas, iluminan a las personas alrededor, creando un maravilloso paisaje de siluetas. Son imágenes de personas con rostros apenas perceptibles en la lobreguez de la noche. No es un paisaje lúgubre. No sugiere ni fantasmas ni fantasías; más bien parecen cuadros de una hermosura estética indescriptible, dicromático, animados por el sonido de las conversaciones sin estridencias de cientos de personas cuyas siluetas sin perspectiva se oponen a la obscuridad. Y más allá de los muros, está la noche impenetrable con su carga de serenidad y paz, bajo un cielo incontaminado, plagado de estrellas. Solo la genialidad de Buñuel, el mítico existencialista obsesionado con la muerte y los sueños, sería capaz de captar y expresar la fuerza de ese paisaje, donde cada silueta se hace vital por el rumor de su voz que le rescata de la sombra y le hace paisaje, profundamente humano, poderoso, único y emotivo. Es homenaje de la vida a los que yacen pero es también comunión. Solo él, con Dalí, si aun vivieran, podrían ser capaces de mostrar, en blancos y negros, los trazos de esta noche única.

Pero hay más para reforzar esa pintura surrealista: junto con la noche se hacen presentes los rezadores que, por un boliviano, dicen las oraciones de estilo a una velocidad increíble; y bandas de música que recorren el cementerio tocando antiguos boleros de caballería como «El terremoto de Sipe Sipe» o solemnes toques de silencio. Tampoco faltan mariachis que, por 10 bolivianos, complacen a los dolientes cantando las canciones que gustaban al difunto. Todos en medio de esa negrura. Ellos también son siluetas sin perspectiva; medios cuerpos confundidos con la multitud y vivos a través de su música.

A medianoche, todos abandonan el cementerio. Es hora de cambio. Al día siguiente, el de Todos los Santos, habrán floridas mesas tendidas con muñecos de pan, masitas, bizcochos caseros y refrescos de maíz e hinojo que son una verdadera delicia. Pero esta es otra ceremonia que comparten las familias en forma más alegre y a plena luz.

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El valle encantado de Edgar Claure Paz

Por: Rosario Q. de Urquieta

Se dice  que  para justificar su paso por la vida terrena, el hombre debe  tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, quizá así  también lo concibió  Edgar Claure Paz, sin embargo al leer el libro vemos que sus motivaciones van más allá  de ese objetivo.

“El valle encantado” está conformado por una serie de relatos  nutridos de las aguas rumorosas y coloquiales  que salen de la boca terrosa del  cántaro sempiterno  del ayer.

Desandar el camino, volver  la mirada que atrape cada instante significativo de lo ya vivido, es cobrarle a la memoria el rédito del recuerdo. Recordar es volver a ver. Eso hace Edgar Claure.

De entrada, está el hombre ostentando  un perfil que traza su identidad en la certeza de saber de dónde viene y quién es: viene del valle encantado que se llama Capinota, cuya geografía que  de norte a sur no hace sino regalar un paisaje que es un efluvio para la vista y  el espíritu, ¿quién es?, es un capinoteño o lo que es lo mismo se siente hijo legítimo de esa tierra.

            El libro editado por ABC, está prologado por Luis Ramiro Beltrán. En la solapa posterior  va impreso  un poema  del inolvidable poeta  boliviano Oscar Alfaro, que sirve  de motivación  para ese viaje al pasado. La contratapa  lleva una síntesis a la altura de la sapiencia literaria  del querido y admirado escritor Armando Soriano Badani.

El autor recupera  personas, personajes: José de Capinota, Ceñora Nati, Candidato a diputado, el abuelo, etc., cuyas vidas tipifican, describen o caracterizan una conducta, que en definitiva  constituye la idiosincrasia o, un modo de ser  en un tiempo y espacio definidos.

Fiestas y costumbres, creencias, supersticiones descritas con colorido y el gracejo propio  de cada circunstancia. El lector disfruta de: La fiesta y el Juturi, El tinku, El sábado de carnaval, etc.

“El tren” una maquinaria, un objeto inanimado cobra vida por la descripción  de detalles,  los  que se insertan en el pulso de la percepción total de los sentidos. Así la simple cosa adquiere  una dimensión humana porque es capaz, a través del recuerdo, de revivir sensaciones que hacen palpitar la memoria afectiva, que es la más fiel y leal y que no se agosta con el tiempo, el que deteriora otros datos  más objetivos. 

La lectura de “El Valle encantado” ofrece un estado de paz interior, un solaz entretenimiento salpicado  de  momentos de gozo por la picardía, las ocurrencias que se narran en las anécdotas  que caracterizan a un contexto y sus habitantes.

El autor Edgar Claure Paz ha inmortalizado sus vivencias  gracias a la palabra escrita que sobrevive al tiempo, bien por él.

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¡Parece que va a llover…!

Un doble arco iris alrededor del Lucusa anuncia el final de la lluvia y el inicio de la temporada

Una fuerte sequía azota a los valles de Bolivia. En Cochabamba casi todas las provincias del Valle Alto y del Valle Bajo se quejan de la sequía y de sus efectos sobre la agricultura. Pareciera que los cultivos de maíz son los más afectados.

Capinota, que es parte del Valle Bajo,  no se escapa de esta situación. La sequía afectó a los hogares por la disminución de agua entubada y de agua para riego. La Cooperativa de Agua (decir Potable es mucho decir) se ha visto en la necesidad de restringir su distribución. En las últimas semanas sólo distribuyó por algunas horas durante el  día.

Por el otro lado, el agua de riego se ha visto más afectada por la gran disminución de las aguas del río Arque, cuyo caudal, en esta época, es utilizado casi enteramente para regar. Los campesinos se han visto en figurillas para regar sus plantíos. Los turnos no son suficientes y se ha hecho necesario madrugar para conseguir agua o entrar en pugna abierta para conseguir un poco del líquido elemento, que es cada vez más escaso en la época del estío.

Las lluvias son esperadas con ansias. No fue suficiente la celebración de la fiesta del  Chutu que, según la creencia, da inicio a la temporada de lluvias. El pronóstico festivo se ha estado haciendo rogar.

Inmediatamente, una brillante luna llena confirma el anuncio que sale del Lucusa

Esperanzadoramente el día domingo  21,  una serie de hechos contradictorios culminaron con una lluvia de mediana intensidad, pero que calmó la sed de los cultivos de manera inicial. Antes de la lluvia se sintió un fuerte viento, de esos que pugnan con las nubes para sentar presencia. Las nubes llegaron del norte y se impusieron a las ráfagas de viento que trataba de llevárselas. Llovió, al mismo tiempo que hacía sol. Una lluvia templada, que levantaba vapor del suelo caliente. La temperatura en los últimos días superó los 30 grados. Pasó la lluvia, o mejor,  se fue con las nubes, tranquilamente.

Como señal de alegría el cerro Lucusa dibujó en todo su perímetro un doble arco iris, parecía festejando la precipitación tan esperada. A la media hora, a las seis de la tarde, salió en el mismo lugar la luna, blanca, llena  y refulgente, como aprobando el anuncio que emitía el Lucusa.

Parece que esa fue de verdad la primera lluvia y el anuncio de la temporada. En el transcurso de la semana hubo otra de mediana intensidad. Estas primeras precipitaciones nos abren la esperanza. Da la impresión de que las lluvias han llegado, finalmente, para satisfacción de la gente que vive de la agricultura.

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Mast’akus para recibir a las almas

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Niños rezando en un mast'aku adornado de colores ocres, violáceos y negros, en señal de luto.

El 1 de noviembre es el Día de Todos Los Santos, festividad instituida por el papa Urbano IV para celebrar a todos los santos y compensar, de esta manera, cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles. El 2 de noviembre, en tanto, se conmemora el día de los Fieles Difuntos, popularmente llamado Día de Muertos o Día de Difuntos, cuyo objetivo es orar por los fieles que han acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio (Wikipedia).

 En Capinota la celebración de los muertos  comienza el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos,  mediante la visita nocturna al cementerio y continúa el 2, mediante el recibimiento de las almas de los difuntos, a través de la preparación de mesas especiales llamadas mast’akus (mesa con ofrendas) en Quechua.  Son fiestas en las que se sienten los valores comunitarios y familiares, de solidaridad, reciprocidad y agradecimiento, principalmente con los muertos, que nos dieron la vida y nos enseñaron el camino a seguir en ella. 

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La escalera sirve para faciltar la bajada y subida de las almas al más allá simbolizado por la cruz, el sol y la luna

Visitamos algunos «mast’akus» y comprobamos que estaban preparados con especial esmero, con comidas, bebidas y, principalmente, t’anta wawas (panes con formas humanas). En cada uno de ellos nos ofrendaron con vino dulce, cerveza y fuimos regalados con una panera de t’anta wawas, masitas y pasteles, al tiempo que los niños y los grupos de vecinos se intercalaban para visitar, rezar y así rendir su homenaje al muerto. Casi todos los muertos visitados lo fueron recientemente, en los últimos años.

 En el último mast’aku nos quedamos para esperar las doce, hora en que llega el alma, con hambre y sed, y se debe acabar el contenido de la mesa, la cual debe ser volcada, vacía. La volcada de la mesa tiene un significado profundo porque significa un cierre con el pasado y, sobre todo, un deseo de que no se repitan más muertes en la familia.  Este cierre estuvo precedido por una sesión de oración dirigida por un maestro de ceremonia, con mucha experiencia y sabiduría, quien no solo dirigió la oración por el muerto del mast’aku, sino, que la amplió para todos los difuntos conocidos, enlistados por los presentes.  Después de volcada la mesa, seguimos comiendo un rico picante de gallina, revestido de chuño phuti, papa, arroz y ají de fideo, todo regado con abundante cerveza fría, experiencia culinaria sin igual, que obliga al retorno el año que viene.  

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Don Edilberto Soto, experimentado maestro de estas ceremonias, dirige las oraciones y alabanzas de los fieles

Notamos que los rezos de los niños van mudando como algunos otros detalles de las fiestas. En general se reza el Padre Nuestro y el Ave María y casi ya no escuchamos los rezos picarescos y en  Quechua de antaño, los alabados, de los cuales copiaremos unas dos estrofas,  para perpetuar en la memoria: 

 

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La mesa ha sido volcada junto al pasado y se espera que no hayan más muertos en la familia

“Leuke, Leuke Puka Chaki,           

Imamamchus jamurqhanki.

Si Diosninchej rikhusonqa,

Chakiyquita phirisonqa».

«Alabado sea el santísimo,

Sacramento del altar.

Y la Virgen concebida,

Sin pecado original». 

«Leuke, Leuke Puka Chaki,

Imamamchus jamurqhanki.

Si Diosninchej qhawasonqa,

A laq’asos japisonqa».                                

» Alabado sea el señor,

Sacramento del altar.

Y la Virgen concebida,

Sin pecado original”.

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Provincia bella y eterna

(Por E.T.F. Periódico Opinión, 1-10-09)

La gente honesta y auténtica vive plenamente identificada con el lugar donde nació, el territorio es fundamental en la existencia de los seres humanos. Los pueblos pueden transar muchos aspectos de su patrimonio, pero nunca lo hacen en lo que respecta a su suelo, la mayor parte de las guerras, en la historia de la humanidad se han dado por motivos geográficos, la identidad de la persona con su medio, aquí en Bolivia, es más fuerte y permanente en las provincias, en aquella Bolivia evidente e incambiable. Excepto los tránsfugas, no hay provinciano que no ame su suelo natal y esté dispuesto a dar su vida sin medias verdades ni retaceos.

En esta fecha fundamental, los capinoteños que viven en el pueblo, en Cochabamba y en todos los lugares del Planeta, se ponen de pie para rendir homenaje a la tierra donde nacieron. En tal acto de compromiso hay no sólo una expresión sentimental, sino una entrega honesta y disciplinada.

A pesar de las dificultades que limitan la existencia de las provincias, Capinota ha mantenido el nivel de su desarrollo, la agricultura es múltiple y fecunda, la fábrica de Cemento de Coboce ha generado efectos multiplicadores de todo orden, el transporte crece permanentemente y también las actividades comerciales. Estos avances son consecuencia del trabajo y de la unidad de todos los capinoteños.

En este día que marca el principio de nuestra historia, debemos sentirnos orgullosos de nuestro pueblo, de la gente que le da dimensión trascendente, de los avances alcanzados y de lo que podemos hacer en lo porvenir, si actuamos con toda nuestra capacidad mental y operativa.

Desde este medio, portavoz de los cochabambinos y en ese marco de los capinoteños, abrazamos a los conciudadanos por el pasado compartido y por el futuro que nos unirá en la proyección maravillosa de nuestro orgullo provinciano.

La belleza del paisaje la multiplicidad de colores y motivos como el canto de las aves y el rumor del viento determinan un conjunto tan equilibrado y armonioso que ya no hay nada que agregar para decir que ésta es una obra maestra del creador.

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Éxodo de un pueblo amado

(Por Mario Rosales, Periódico Opinión, 1-10-09)

Con el advenimiento de la República, casi la totalidad de los pueblos de nuestra amada patria se constituyeron en pequeños vergeles, verdaderos remansos de paz, donde el espíritu del hombre se solazaba al contemplar el verdor interminable de sus campiñas. Uno de esos pueblos privilegiados, bañados con la mirada de Dios, es Capinota.

Sus fértiles tierras, regadas por sus ríos Arque y Rocha, están situados al pie del cerro Pocotaica y custodiado por el imponente Lucusa. Más allá, se ve la caída casi vertical de la montaña de Chiñiri que no es otra cosa que la última estribación del imponente cerro Sayari.

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Remembranza

Ancho cauce del bravío Río Arque

Ancho cauce del bravío Río Arque

(Por Hugo Vicente Tapia Frontanilla, Periódico Opinión,1-10-09)

La experiencia de la niñez tiene elementos vivos, perdurables. En esa edad, vemos la naturaleza y el hombre en sus valores puros, así como se dan en nuestras percepciones y creencias, exentas aun de egoísmo y en el hermoso mundo que nos permite vivir y soñar. ¡La niñez se identifica, fundamentalmente, con el lugar de nacimiento!

Con los cerros, en cuyas cumbres empinadas posaron las plantas de nuestros pies desnudos y, por cuyas pendientes, nos deslizamos sobre ramas de arbustos, algunas verdes felizmente, como en rampas de cemento pulido de los parques infantiles modernos, y otras dando tumbos y retumbos riesgosos, irguiéndose al final héroes gloriosos, vencedores de los peligros más grandes.

Con los ríos, cuyas aguas, a su tiempo, discurren mansas y cristalinas o turbias y caudalosas, que los vadeábamos intrépidos o nos tendíamos en sus playas húmedas y ardientes, revolcándonos de barro o arena en la ficción de volver a la tierra de la que fuimos hechos.

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“Sikaya, pueblo querido…”

Ríos y campanas, valle estremecido, calicanto y fiesta
Suena el tren de mi memoria, es agosto Tata Agustín Santa Rosa
La jarka en la plaza, sikus desbordando calles
Olor de huerta en la paqoma ( 1), son los carnavales
Así eres Sikaya: pasado y presente de mi viva.

Juan Mallqui

Ese el título e introducción del wayño tradicional que el PUSISUYU reinterpreta en su último disco, “Memoria y Verso” (2007), una singular propuesta de antología de wayños nortepotosinos de los últimos cuarenta años, y parte de su colectivo reconocimiento a este pueblo; y a través de él, a todos los pueblos de la periferie, de aquellos casi desconocidos y nunca retratados en las crónicas del sistema, ubicados en las “fronteras de la región”, donde la intersección y la interculturalidad de los pueblos es un hecho cotidiano e histórico. Allá donde las regionalizaciones y los límites territoriales carecen de sentido, y más bien, desnudan la artificialidad de éstas como argumento derivado de otros intereses.
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