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Visita al cementerio y mast’akus para recibir a nuestros difuntos

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Ofreciendo a mi padre la canción del Aurora, su club preferido

Como todos los años y como toda la población capinoteña acudimos puntualmente al cementerio del pueblo a rendir visita a nuestros difuntos. Como todos los años el cementerio estaba lleno de gente que recordaba a sus muertos con ofrendas consistentes en velas, flores, comida, bebida, rezos y música. En los últimos tiempos van aumentando los grupos de niños que rezan para los muertos a cambio de unos pesos; pero ahora lo hacen en castellano, puesto que se han olvidado los rezos tradicionales en quechua, que eran propicios para la ocasión, tal es el caso del siguiente verso:

 

“Leuke, Leuke Puka Chaki,

Imamamchus jamurqhanki.

Si Diosninchej rikhusonqa,

Chakiyquita phirisonqa”.

“Alabado sea el santísimo,

Sacramento del altar.

Y la Virgen concebida,

Sin pecado original”.

Es el proceso de transculturización que, de a poco, va reemplazando la lengua nativa y sus contenidos folklóricos por otros más occidentales y totalmente en español. Por otra parte, no faltan los desubicados que en el pueblo tratan de mostrar algo relacionado con Halloween.

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Rica mesa de comida y t’anta wawas ofrecida a Doña Vitalia M. de Rocabado por sus hijos y nietos

Ya está consolidado el ofrecer música a los difuntos, para lo que circulan grupos musicales de viento y uno que otro Mariachi, que ofrecen sus servicios a 20 Bs. la pieza. La canción más escuchada es The Sound of Silence, de Simon and Garfunkel, que con pequeños arreglos se ha convertido en la música de funeral para acompañar los entierros. Ha desplazado a la otrora marcha fúnebre oficial: El terremoto de Sipe Sipe.

 

Los mast’akus se han tendido en las mesas desde las doce del 31 para recibir a las almas, que se quedan hasta las doce del 1 de noviembre, cuando se vuelcan las mesas para despedir el alma de los difuntos, que vuelven a su morada eterna. Generalmente los mast’akus se preparan para los muertos que han fallecido en el transcurso del último año. En la ocasión visitamos el mast’aku ofrecido a la Sra. Vitalia Marquez de Rocabado, fallecida en el mes de agosto de 2017. Todos sus parientes, vecinos y amigos se hicieron presentes para ofrecerle sus oraciones y recibir en cambio un suculento plato de t’anta wawas y masitas. A las doce del día, se vació la mesa de todo su contenido, que tenía los platos y comidas que eran de la preferencia de la difunta, y se volcó la mesa como señal de despedida y deseo de descanso eterno.

Finalmente, los parientes y amigos que permanecieron en la casa, fueron invitados con un rico plato y cervezas frías, confraternizando amigablemente, en un ambiente que en ningún momento deja de ser de recogimiento. Ese, ambiente de unión es, tal vez, el último aporte del difunto los parientes que quedan vivos.

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Virgen de Asunción conmueve a feligreses en Capinota

8c524ba727592c9856f5cea9bf382a6a_XLEscrito por  BOLIVIA PRENSA, 22/08/2017

Miles de feligreses del municipio de Capinota, lloraron y se arrodillaron ante la imagen de Asunción, una de las vírgenes más adoradas por los capinoteños y otros fieles católicos que llegaron desde distintas partes de Bolivia y residentes del mundo- En el atrio de la iglesia de San Pablo se colocó a la Virgen donde sus devotos le ofrendaron flores y velas, fue un acontecimiento religioso cultural, espectacular.

Durante tres días consecutivos en Capinota, los fieles católicos rindieron culto a la mamita Virgen de Asunción que más que nunca fue adornada y venerada por todos los visitantes. “Ya no tenemos porque ir a Quillacollo, aquí tenemos nuestra Virgen a quien lo rendimos culto. Nuestra Patrona es milagrosa nos da todo lo que pedimos, por eso este año hemos venido de España para acompañar a nuestra Virgen en sus cumpleaños”, dijo un residente capinoteño que vive en España.

Los feligreses, especialmente del área rural, ingresaron a la Iglesia de San Pablo de Capinota con velas y flores maravillosas, con lágrimas en los ojos, pidiendo paz, tranquilidad y trabajo. Aparte de los actos propios de la liturgia católica, se preparan algunos números centrales, siguiendo la costumbre: la verbena, la entrada de las fraternidades y el calvario.

El acto central fue la entrada de las “fraternidades”, que bailaron frente a la imagen de la Virgen.

En la entrada folklórica se vio miles de bailarines y visitantes que se deleitaron con el paso de los grupos o fraternidad que esta vez mostraron toda su picardía, el lujo de las vestimentas, la coreografía y se vio mucha juventud rindiendo homenaje a la Virgen.

Al final de la tarde vimos a las familias retornando a sus hogares contentos y con los padres sobrios. Consideramos que es un gran logro de las autoridades de la iglesia local que debiera ser promovido.

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El Párroco del pueblo, Juan P. Ledezma, encabezando la procesión de la Virgen, es uno de los principales promotores de la fiesta.

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Día de Difuntos en Capinota, reencuentro con nuestros seres queridos

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Tumbas bien adornadas y alumbradas caracterizan el cementerio del pueblo

Como todos los años asistimos a la fiesta más importante del año, la celebración de la fiesta de los Difuntos. Acudimos puntualmente a la cita en el cementerio. Allí nos reunimos los hermanos y encontramos a amigos y familiares. Todos llevaban flores y velas, además de algún traguito corto para calentar el ambiente. Limpiamos la tumba de nuestro padre y de las abuelas. Les ofrecimos  unas piezas de banda, principalmente a mi padre, que era muy alegre. Unos boleros y la canción de su equipo de futbol, el Aurora. Después dimos una vuelta al cementerio, visitando y saludando a los amigos. Siempre hay gratas sorpresas de gente que llega de lejos o de mucho tiempo a visitar a sus muertos. Todos se esmeran en limpiar y decorar las tumbas. Las  velas brillan y alumbran el camposanto. Hay música, bebidas y reencuentro. Todo en paz y familiaridad.

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Música de mariachis o de banda para alegrar el reencuentro con las almas

Al día siguiente debemos cumplir con los parientes y amigos que han partido. Pareciera que cada año aumenta el número de fallecidos. No nos pudimos dar abasto con todos. Visitamos a los más conocidos o cercanos. Empezamos con el mast’aku preparado para Don Félix Enríquez, bien provisto y con la participación de varios de sus hijos. Fue prolífico en su larga existencia. Rezamos y nos hicimos acreedores a nuestra ración de masitas y t’anta wawas.

De ahí partimos al pueblo, a rezar por el alma de Freddy Larraín, quien estaba muy visitado y con el apoyo y presencia de todos sus hermanos. Al tiempo la mesa estaba también ofrecida al cuñado, Guido Galleguillos, quien falleció coincidentemente este último año. Bien provista de los platitos y golosinas que ambos apreciaban en vida. Tomamos unos ricos cocteles preparados por el Negrito, quien era el responsable de las bebidas. Encontramos varios amigos, casi todos de la misma generación de Freddy. Abrazos y despedidas.

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Mesa dedicada a Don Félix Enríquez, en Buen Retiro

Nos fuimos hacia Patay Parte, en el camino visitamos a Don Edilberto Soto, quien preparó una pequeña mesa para  su pariente y paisano arampampeño, Walter Soto, quien fuera prefecto de Oruro. Más que abundancia se  sentía el cariño y las siempre acertadas oraciones de Don Edilberto, el maestro de ceremonias más cotizado en estas ocasiones. Como siempre, hablamos con él de todo, sobre todo de pinturas; el ambiente del salón donde se armó el mast’aku es completamente artístico. Guarda las colecciones del Maestro.

El tiempo avanza y tenemos la obligación de visitar tres mast’akus más. No podíamos fallarle a Juan Romero, tan entusiasta de estas fechas festivas. Con él compartimos varias de ellas en los últimos años. Paradójicamente, ahora nos toca rezar por él. Son los avatares de la vida. Sentimos su alegría, sobre todo al contemplar su foto juvenil.

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Simpática y surtida  la mesa armada para Freddy Larraín

Ya no hay tiempo. Nos dividimos. La mitad a visitar a la familia Barrientos, y la otra mitad a visitar la mesa de Jaime Larraín, quien partió este año, prematuramente. Llegamos unos minutos antes del mediodía. Rezos por su alma y por la de algunos otros parientes. Felizmente no eran muchos. Suelen hacerse listas de 30 o 40 difuntos, y el rezo se hace interminable. A las doce sus hijas, dirigieron la volcada de mesa. La despedida definitiva. Jaime se subía a su morada eterna bien provisto su avío y después de degustar lo que más quería. Buen momento de meditación e integración.

Después, todos a la mesa. El esfuerzo valió la pena. Fuimos premiados con un rico fideos uchú, suculento y bien acompañado de cervezas frías. Una buena charla y a juntar el montón de masitas y golosinas con que nos pagaron los rezos. Volviendo a nuestra rutina nos sentimos aliviados y reconfortados, porque en cada muerto visitado reencontramos a nuestros propios muertos y a nuestras propias familias. Por esto Difuntos es la mejor fiesta del año. Una fiesta de reencuentro.

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Renace la fiesta de la Virgen de la Asunción en Capinota

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Virgen de la Asunción capinoteña, objeto de veneración en la fiesta de agosto.

La fiesta de la Virgen de la Asunción se celebra en Oriente desde el siglo VI y en Roma desde el siglo VII. El 1 de noviembre de 1950, el Papa Pío XII, estableció  la Asunción de la Santísima Virgen María como dogma de la iglesia católica. El dogma consiste en creer que María fue elevada al cielo en cuerpo y alma.

Existe confusión o poca claridad sobre el  origen de esta fiesta. Posiblemente está relacionado con la fiesta de  alguna Iglesia  y no necesariamente por ser  la fecha del aniversario de la muerte de María. De cualquier manera, la fiesta y la fecha se han difundido en el mundo. En casi todos los países se la festeja y su advocación ha sido apropiada por muchos de ellos. Algunos la declaran fiesta nacional y la virgen ha sido nombrada patrona o protectora.

En Bolivia sucede lo propio. Muchas ciudades la han nombrado como Patrona, como es el caso de Oruro, donde su misma catedral lleva su nombre.  Llallagua tiene una tradicional fiesta dedicada a ella. En los últimos años ha ido creciendo en importancia su fiesta en Quillacollo, aunque en ese proceso ha ido conociéndose más como Virgen de Urkupiña que como Virgen de la Asunción, esto por el lugar donde se la celebra.

En Capinota se le rinde devoción aún antes de que prosperara  la fiesta de Urkupiña.  Hasta hace unas décadas era la fiesta religiosa más sonada del pueblo. A partir de la Reforma Agraria y por influencia de la fiesta de Urkupiña su boato ha ido en disminución.

Sin embargo, en los últimos años comienza a renacer, por influjo de los párrocos, principalmente italianos que la organizaron y ordenaron. En primer lugar la adelantaron con relación a la de Urkupiña. Se concentró  en la Devoción a la Virgen y con  la presencia ordenada de bailarines, representando a asociaciones o instituciones diversas. Durante varios años hemos visto entradas  bien ordenadas y sin consumo de alcohol.

En este mes de agosto, si bien se ha visto un mayor crecimiento dela fiesta y de los grupos de danzantes, que se entrenan en sus variados ritmos desde varias semanas antes de la entrada, su presentación fue más caótica y desordenada. Diversos grupos de bailarines entraron danzando el día sábado 13 y el domingo  14. La entrada del sábado duró hasta aproximadamente las 21 horas.  En horas de la noche fue que se notó mayor desorden  y el uso indiscriminado del alcohol, de manera no muy estimulante para la devoción cristiana y menos para la estética folklórica. No es nada confortante ni ejemplar  ver a los devotos bailando borrachos o con bebidas en la mano.

Pese a todo, la fiesta se fortalece. Aumenta año a año el número de participantes, de bailarines y de grupos que los organizan, muchos con derroche de lindos disfraces, bandas de música (la mayor parte capinoteñas) y uso de llamativos fuegos artificiales. Nos parece un gran esfuerzo, que está provocando el renacimiento de la gran fiesta de antaño, lo cual es lo deseable junto con un mayor control de bebidas alcohólicas, por lo menos durante la entrada de los grupos..

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Diversos grupos de baile se dan cita en la fiesta dedicada a la Virgen de la Asunta

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Instituciones y fraternidades organizan y presentan sus grupos de danza.

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Día de Difuntos en Capinota

Noche de visita al cementerio, que se alumbra de velitas

Noche de visita al cementerio, que se alumbra de velitas

Nuevamente nos hicimos presentes en el pueblo para visitar a nuestros muertos y pasar con ellos la celebración de los difuntos. Son veinticuatro horas de contacto con los parientes y amigos que se han ido. La gente viene de todas partes. Muchos vienen de lejos, de otras ciudades, para rendir tributo a sus muertos. Los mast’akus comenzaron a funcionar desde el mediodía del domingo, hasta mediodía del lunes, dos de noviembre. Los mast’akus se arman  para los muertos recientes, los del último año. Sin embargo, los rezos se interrumpen para la visita al cementerio. Desde las seis de la tarde el cementerio comienza a llenarse y miles de velitas empiezan a alumbrarlo, iluminando cada pasaje del cementerio, que al igual que el pueblo, ha sido remozado y cambiado. Su tradicional entrada de adobe y algunas de sus tradicionales  galerías han sido remplazadas por unas nuevas, no siempre más bellas. La fiebre de la construcción, del cemento y el ladrillo ha llegado también al camposanto.

Mast'aku de Doña Alicia de Barrientos, profusamente provisto de masitas, frutos y adornos

Mast’aku de Doña Alicia de Barrientos, profusamente provisto de masitas, frutos y adornos

No todo es tristeza. Se ofrenda a los muertos con rezos, flores, comida, bebida y música. Se brinda y se convida a los que pasan con chicha, cerveza o cocteles. Se ponen velas en el suelo o pegadas a los nichos. Se paga un boliviano por rezo a los niños que se ofrecen para hacerlo. Para la música se contrata una banda o mariachis, según el gusto del difunto. La canción más escuchada es “The sound of silence” de Simon and Garfunkel. Afuera del cementerio se han multiplicado los puntos de venta. Desde antojos hasta velas. Los autos estacionados han aumentado sorprendentemente en los últimos años.

Al día siguiente toca visitar los mast’akus ofrecidos a los muertos. Visitamos tres, de parientes o conocidos. El de Doña Maruja Enríquez de Mérida;  el de Doña Alicia Camacho de Barrientos, que estaba lleno de ofrendas y adornos.  Su foto en el medio de la mesa, flanqueada por el sol y la luna, una escalera grande para subir y bajar desde los cielos. T’anta wawas, masas en forma de animales, frutas y dulces. A mediodía, hora del retorno de los espíritus, y del volcado de la mesa, visitamos el mast’aku de Gabriel Rocabado Márquez, quien acaba de fallecer en los EEUU y fue enterrado en su pueblo, por su propia voluntad. Ahora visitaba a sus parientes, quienes le ofrecieron  una mesa con masitas, pasteles y otra simbología propicia para la ocasión. En pequeños vasos tenía los traguitos que fueron de su gusto en vida. Al sonar las doce llegó el encargado de los rezos. Un joven con buena voz y la paciencia para rezar por Gabriel y los difuntos que fueron enlistados en un papel. Un Padre nuestro y tres avemarías por cada uno de ellos. Los rezos duraron como media hora e inmediatamente se procedió al volcado de la mesa, previa distribución de su contenido entre los presentes. Me tocaron ricas masitas, algunas paltas y otras frutas. El rezador fue obsequiado con el canasto de dulce, color azul. La mesa fue desvestida y volcada en el suelo, señal del deseo que nadie más siga los pasos del difunto. Gabriel volvió a su hogar eterno, recibiendo el amor y el recuerdo de los suyos y de sus amigos.  Será hasta el año próximo, cuando vuelva a visitarnos.

Mesa dedicada a Gabriel Rocabado por su esposa e hijos para darle un cariñoso recibimiento

Mesa dedicada a Gabriel Rocabado por su esposa e hijos para darle un cariñoso recibimiento

Se ha despedido al difunto y la mesa ha sido volcada. Se espera su retorno el próximo año y que nadie siga sus pasos.

Se ha despedido al difunto y la mesa ha sido volcada. Se espera su retorno el próximo año y que nadie siga sus pasos.

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Semana Santa en Capinota

Sentimiento de dolor y recogimiento se nota en la procesión de Viernes Santo de los creyentes católicos; mientras predomina el silencio en todo el pueblo.

Sentimiento de dolor y recogimiento entre los creyentes se nota en la procesión de Viernes Santo, mientras predomina el silencio en todo el pueblo.

El día más importante de la semana santa capinoteña es el viernes. En este día se celebra el Viernes Santo, probablemente la más significativa celebración de la liturgia católica, destinada a la adoración de la Cruz. Es la llamada «Liturgia de la Pasión del Señor» y se celebra a media tarde del Viernes Santo. En Capinota comienza a esa hora una procesión que recorre todo el casco viejo del pueblo. Se dice que Jesucristo murió cerca de las tres de la tarde.

El sacerdote sale en procesión acompañado del pueblo católico practicante, de donde emergen voluntarios para llevar en hombros el Santo Sepulcro, que es propiedad de la Iglesia de San Pablo. El sacerdote hace su recorrido con sotana y ornamentos rojos, que representan la sangre derramada por el Hijo de Dios.

Se arman altares representando cada uno de las 14 caídas de Cristo en el Vía Crucis

Se arman altares representando cada una de las 14 caídas de Cristo en su Vía Crucis

La procesión va acompañada de rezos y cánticos con tono grave y sentimiento de dolor, tono que es marcado por el sacerdote encargado de dirigir la procesión. Esta recorre la Vía Crucis preparada por distintos fieles, quienes en sus propias esquinas preparan un altar que significa cada una de las caídas de Cristo. Lo preparan con cosas que encuentra a la mano: mantas, sábanas, ramas de platas, cañahuecas y otros, teniendo colgado en medio una cruz o algún cuadro religioso.

El ambiente es de recogimiento. Conocidas beatas del pueblo aprovechan para demostrar sus conocimientos en materia de cánticos y rezos. Otros participan para expiar sus pecados y ofrecer un tributo por sus creencias, se ofrecen a llevar en andas el sepulcro, un santo, una mesa o flores.

El cura de la parroquia dirige la procesión, hacer rezar y para en cada altar para emitir sus enseñanzas y sentencias

El cura de la parroquia dirige la procesión, hace rezar y para en cada altar para emitir sus enseñanzas y sentencias

El cura va bien acompañado por las monjas de la parroquia y por todos sus monaguillos, quienes avivan los incensarios o tocan las matracas; el sacerdote para la procesión en cada altar preparado por los vecinos, lanza algunas oraciones y dirige un pequeño sermón explicando el significado del Vía Crucis, las enseñanzas para la salvación del mundo de cada caída de Cristo. Su misión es motivar la meditación de los fieles sobre el misterio de la Muerte del Señor y provocar un estado de alerta y espera del momento en que ocurrirá su Resurrección, que normalmente es el sábado.

Se dice que el Viernes Santo es el único día del calendario litúrgico católico donde no se celebra la Misa, en señal de luto. Las campanas deben permanecer en silencio lo mismo que el órgano. También se dice que todas las limosnas recogidas en las iglesias católicas del mundo en este día deben ser donadas al Patriarcado Latino de Jerusalén para el sostenimiento de los santos lugares. No sabemos si las de Capinota toman ese rumbo, en todo caso no deben se de mucho monto.

Terminada la procesión el sepulcro y los santos son devueltos a la iglesia siempre dándole la espalda

Terminada la procesión el sepulcro y los santos son devueltos a la iglesia, siempre dándole la espalda

Cuando ocurre la resurrección, existe un cierto espíritu de victoria entre los fieles y una leve sensación de alegría, porque este hecho demuestra que el Redentor no murió en vano, sino que murió para salvarnos, al tiempo que demostró que era el Dios verdadero, que es capaz de subir al cielo en cuerpo y alma, con ayuda del Padre.

Esta sentida como significativa celebración del mundo católico capinoteños, de repente se ve abruptamente rota el día Domingo cuando se celebra la mayor fiesta pagana del pueblo, la Feria del Guarapo, caracterizada por un sin número de excesos. En el 2015, sin embargo, esta Feria se celebró una semana después, porque el Domingo 26 fue día de elecciones subnacionales.

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Difuntos reúnen a familias y paisanos

Entrada a la parte antigua del cementerio que ha sido derruida porque dice que era vieja

Entrada a la parte antigua del cementerio que ha sido derruida porque dice que era vieja

Como todos los años asistimos a la fiesta de los Difuntos, que comienza en el cementerio del pueblo con la participación de casi todo el mundo. Familias íntegras poniendo velas y flores a sus difuntos, otras comiendo y bebiendo u ofreciendo alguna canción al muerto. Ahora se ha puesto de moda ofrecer canciones a los difuntos, ya sea al son de una banda de vientos o de algún Mariachi criollo. Los rezadores son cada vez menos solicitados, tal vez porque ya no rezan las oraciones de Difuntos, solamente saben padrenuestros y avemarías. No aprendieron las alabanzas.

La visita al cementerio es también una oportunidad para encontrar viejos amigos que vienen muchas veces de lejos a estar con sus muertos. Todo es recogimiento y añoranza.

Mast'aku ofrendado por sus parientes a Doña Maruja Enriquez de Mérida

Mast’aku ofrendado por sus parientes a Doña Maruja Enriquez

El único detalle malo fue enterarnos que la vieja entrada, del antiguo cementerio, junto con la hilera de tumbas más antiguas que allí existían fue derruida y las tumbas y los huesos desaparecidos. Muchos dolientes no encontraban las tumbas de sus parientes. El motivo dice ser que estaba muy viejo y era de adobe. Esto nos comprueba que en Capinota existe poco gusto por las cosas antiguas; no se soporta ninguna construcción antigua, menos de adobe, es derrumbada al momento para dar paso a una arquitectura altisonante, donde predominan las cosas brillantes y llamativas.

Al día siguiente los rezadores recorrieron las mesas de mast’akus, que fueron tendidas para los muertos del último año. Nosotros sólo pudimos rezar en la mesa de tres personas amigas: Don Jaime Rojas, quien era originario de Santivañez, pero afincado por años en Capinota; Doña Maruja Enríquez de Mérida, quien murió con más de 90 años y fue dueña del que fuera único hotel del pueblo; y donde Doña Elvira Gonzáles de Hermosa, la madre de los músicos capinoteños más afamados: Los Kjarkas.

Mesa de Doña Elvira Gonzales de Hermosa, preparada para ella por su familia

Mesa de Doña Elvira Gonzales de Hermosa, preparada para ella por su familia

El encargado de dirigir las oraciones en su mesa fue el Profesor Edilberto Soto, un paisano de ella, quien era de origen arampampeño. El Profesor Soto es muy conocido por sus cualidades para dirigir grupos de oración.

A las doce del día y, después de rezar por una lista de difuntos allegados a los presentes, que incluía a Wilson y Ulises Hermosa, se terminaron de distribuir las masitas y t’anta wawas del mast’aku. Las escaleras que permiten a los difuntos recogerse a su morada eterna fueron retiradas y la mesa fue volcada para terminar esta visita de un día e impedir que nadie más siga sus pasos, que nadie más muera.

Continuó el día con charla de amigos y música del lugar, condimentada con licores de la casa preparados de membrillo por Castel Hermosa. Después de un sabroso cerdo al horno, se tomó chicha elaborada para la ocasión; todo dirigido por las hermanas Rosa y Margarita Hermosa. La tarde entera fue ocasión para el encuentro de todos los hermanos, incluyendo a Gonzalo y Elmer, nietos y otros parientes y amigos que no cejaron de llegar. Comprobamos que la difunta, Doña Elvira, mantiene la capacidad de convocar a los suyos alrededor de su persona.

Sin duda, Difuntos es la mejor fiesta del año, la más familiar y más amigable; esperamos que en nuestro pueblo no sea contaminada por ciertos adefesios provenientes del Halloween del Norte.

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En Capinota festejan al Señor de la Sentencia

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Participantes en la celebración en homenaje al Señor de la Sentencia, realizada en el local del restaurante Thames.

Como todos los años, se realizó la celebración que festeja la imagen del Señor de la Sentencia que perteneció a la Sra. Angélica Soria de Rocabado. La fiesta se llevó a cabo en el Día de los Compadres, una semana antes del carnaval. Es preparada por los descendientes de la familia Soria, principalmente de Don Demetrio Soria, en la actualidad agrupados en las familias Larraín, Rocabado, Zeballos y Arce.

La imagen, de tamaño natural, ahora se encuentra en poder de los descendientes de Doña Emma Rocabado de Larraín.

Los pasantes de la fiesta fueron los Señores Carlos Arce (hijo) y familia, mismos que fueron apoyados por una serie de voluntarios que se ofrecieron con anticipación de un año. Nuevamente brilló el Señor con nuevo atuendo trabajado por la Sra. Deysi de Arce, mamá del pasante principal.

Después de la misa celebrada antes de mediodía comenzó la celebración hasta avanzadas horas de la tarde, donde se notó la esmerada atención de los anfitriones. Buena comida, bebida y mejor música adornaron la fiesta en todo su transcurso.

Continuando la tradición, se nombraron nuevos pasantes para el año 2015, recayendo la misma en la familia Rocabado Quevedo, que ya comienza a tomar sus previsiones para el momento de cumplir la promesa al Señor de la Sentencia.

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Noche de Difuntos, noche de encuentro

Cementerio

Miles de velas alumbrando el cementerio en la noche oscura

Como todos los años estuvimos en la cita con los Difuntos, en el cementerio del pueblo. Allí se dan cita todas las familias y casi todos los capinoteños. Todos tienen alguien a quien venerar o recordar. Allí se produce un reencuentro con los suyos. Con el espíritu de cada uno de los que ya han partido.

El tiempo era bueno. Propicio para que las velas que llevé para mi padre y mis abuelas no se apaguen. El camposanto en su conjunto rebosaba de luces pequeñas, millares de velitas que como luciérnagas alumbraban las tumbas en la oscuridad.

Por allí pasaron también parientes y amigos, los de la infancia, los de la familia, los que llegaron para la fecha. Aquellos que todavía recuerdan a los que han partido hace ya algunos años. Compartimos con ellos y con los amigos de las tumbas vecinas, donde no faltaba alguna banda o un grupo de niños rezando. Rezos modernos, porque los tradicionales ya se han perdido. Nos invitaron cócteles y chicha. También convidé de mi propio singani, similar al que mi padre elaboraba hace 40 años.

Lindo momento de reflexión y reencuentro.

Al día siguiente, sábado, Día de los Difuntos, fuimos a esperar la llegada de los que partieron el último año y a compartir las ofrendas de sus familiares, colocadas en grandes mesas donde brillan toda clase de golosinas y hasta las comidas que fueron del gusto de los difuntos.

Fernando Paz

Grupo de niños rezando alrededor de la mesa dedicada a Fernando Paz Claure

Este año nos tocó participar sólo en dos mesas. En primer lugar estuvimos compartiendo con Fernando Paz Claure, aquel amigo de la infancia con el que jugábamos futbol con una pelota de naranja, de las naranjas que se producían en la plaza. Fernando, que después se volvió una persona taciturna, era un habilidoso gambeteador, además de ser un buen contador de cuentos, sobre todo de terror. Nos sentábamos a escuchar y compartir estos cuentos en algún asiento de la plaza, de donde no nos movíamos por temor a pasar por la esquina donde había sido degollada una mujer, o por la otra esquina donde reinaba la “billarbola”, abusadora de niños. En esos tiempos no había luz en las calles y retornar a la casa era una odisea similar a la de llegar al cementerio de noche.

Posteriormente nos fuimos, ya en grupo, a visitar la mesa de Alberto Angulo, esposo de la carnicera Teresa, la que nos provee suculentos cortes para parrilla, y quien murió joven en un accidente de tránsito. La atención fue esmerada. Allí se volcó la mesa y fuimos convidados a un picante de gallina, regado con una apetitosa chicha natural, sin azúcares ni endulzantes.

Apu Lucusa

El grupo de zampoñeros Apu Lucusa visitando las diferentes mesas preparadas en el pueblo y ofrendando su música

La novedad fue la visita del grupo de viento “Apu Lucusa” que por propia iniciativa, estuvo visitando algunas mesas y ofreciendo todo su repertorio vernacular, donde predominan los sones zampoñeros y las lloronas tarkas. Este grupo, comienza a hacerse conocer, reivindicando y rescatando la música grupal de nuestros pueblos, ahora cada vez más rara. Es un grupo numeroso, de diez componentes, casi todos relacionados con el Centro Cultural Capinota.

En síntesis, buena comida y buena música para celebrar la llegada de nuestros muertos, en la fiesta más linda del año.

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Sacerdote capinoteño lleva mensaje de esperanza entre futbol y rancheras

Extraído de La Razón / Erick Ortega / 15 de septiembre de 2013

Sacerdote capinoteño

Hector Ledezma, probablemente es el único sacerdote capinoteño. Lleva su mensaje de amor con humildad y alegría.

Mi padre estaba internado en el Hospital Obrero de La Paz: piso quinto, sala tres, tercera cama a mano izquierda. Adolorido y aburrido, pocas cosas lo ponían de buen humor. Una noche, después de la salida de los parientes, cuando sólo se oía el caminar de los enfermeros y algunos lamentos lejanos, entonces… apareció él. Héctor, un hombre de cabellos blancos que le ganan la lucha a la calvicie, ojos grandes iguales a los de cualquier santo de iglesia, manos grandes de campesino, fornido, de voz imponente y con toda la pinta de ser un hombre bueno.

Entró a la pieza donde estaban mi padre y siete enfermos más. Su presencia causó incomodidad entre quienes querían empezar a dormir y aquellos que lidiaban con sus sufrimientos en silencio. Cuando habló, todo cambió. Eran aproximadamente las 22.00 y se puso en medio de la sala. Abrió las manos y preguntó a su audiencia si le gustaba el fútbol. Todos, venciendo los dolores de su cuerpo y atraídos por el tema, levantaron la mano. Luego les consultó de qué equipo eran. La mayoría resultó del Bolívar y Héctor sacó pecho porque su chamarra azul marino tenía el escudo del club académico. Les preguntó las alineaciones del equipo en el 66, de la escuadra del 91 y los pacientes intentaban responder pero casi nunca acertaban. Él se sabía de memoria cómo estaban conformados los cuadros.

Los internos hinchas de The Strongest le gastaron bromas y le mostraron tres dedos recordándole que el único tricampeón en Bolivia es el equipo gualdinegro. Entonces rememoró todo lo que el Bolívar ha ganado desde su creación. Bromas y ataques de un bando a otro hicieron que el hecho de estar en un hospital pasara a segundo plano. Cuenta mi padre que parecía que estaban en un café o en una tribuna del estadio antes del inicio de un clásico paceño.

Antes de irse, el extraño y carismático visitante se presentó formalmente. “Soy el sacerdote Héctor Ledezma”. Habló con esa voz dura que conocí días después. Los stronguistas se sonrojaron porque habían debatido con el representante de Dios en el Hospital Obrero y los del Bolívar festejaron la revelación. Se sacó la chamarra y entonces dejó ver el alzacuello blanco debajo de la manzana de Adán. Rezaron. El sacerdote se acercó a cada cama y estrechó la mano a los pacientes. Después dio una bendición desde la puerta y prometió que volvería. Cumplió su palabra.

Yo lo encontré a media mañana de un día de agosto en la capilla del sanatorio. Me contó, con algo de vergüenza, que no se acordaba de mi padre. Le dije que estaba bien y que él me dio la idea de entrevistarlo. Se alegró por él y me llevó a su oficina.

No estaba vestido con aquella mítica chamarra con el escudo del Bolívar, pero cuando empezamos a hablar hizo el mismo gesto de Clark Kent cuando se convierte en Superman y se sacó la chompa: debajo tenía la polera de la Academia. Empezó a contarme su vida. “De niño, en la escuela, los chicos veíamos cómo jugaban los grandes y nos peleábamos por devolverles la pelota cuando la sacaban de la cancha. Todos hablaban de fútbol en Capinota. Unos eran de Universitario, otros del Chaco Petrolero, había gente de Strongest y Bolívar, pero a mí me gustaba el color celeste. El equipo de mi pueblo se llamaba Primero de Octubre y tenía la polera de ese color”.

De joven quiso ser futbolista pero su inclinación católica pudo más. Se hizo sacerdote pisando los 30 años y ahora tiene 59. Sus amores son, demás está decirlo, el club Bolívar y Dios. Recuerda que en 1985 Bolívar disputaba el campeonato con Real Santa Cruz en Cochabamba. Viajó en flota para ver al cuadro de sus amores. “Mi sobrino llevó un crucifijo y me dijo: ‘Recemos’. El Negro Néstor Raúl Orellana (Real Santa Cruz) sacó el balón afuera, el Perro Ramiro Vargas hizo el gol (para Bolívar) y Guillermo Peña (Real Santa Cruz) pateó junto al palo. Saltamos de alegría”.

En estos tiempos en los que el papa Francisco, hincha de San Lorenzo de Almagro, manda en el Vaticano, Héctor celebra que la Iglesia deje atrás la imagen clásica del cura alejado de la sociedad y de sus pasiones.

Su cariño por el club celeste llegó a oídos de los dirigentes. Por eso, Lothar Kerscher le regaló esa chamarra estampada que él no suele quitarse cuando va a sus rondas hospitalarias. Además, era amigo del anterior director técnico de Bolívar (Ángel Guillermo Hoyos) y tenía un sitio entre los jugadores suplentes para dar suerte divina al equipo antes de los partidos. El capitán Walter Flores le regaló una camiseta autografiada por todos los jugadores y esa prenda es una de sus reliquias.

“Dios es algo muy importante en mi vida”, cuenta, y besa la estola. No hay duda de que su fanatismo se ha metido en el espacio celestial. Cuando bautiza a un niño, pide a los padres que lo hagan bolivarista. Algunos sonríen por la ocurrencia y otros le dan una negativa rotunda. Los feligreses, agradecidos con los favores del sacerdote, le preguntan cómo pueden demostrarle su cariño y él les responde que con una mantita para la virgen. Eso sí, preferentemente, una bolivarista. “Después de todo, el cielo es celeste porque Dios no suelta la bandera”, bromea.

Otra de sus pasiones es el canto, aunque, como él comenta, nadie le creería. En su recorrido también incluye los pabellones de las mujeres y empieza a cantar El rey, Cielito lindo, México lindo y querido, Las mañanitas… Su repertorio es amplio, casi como las sonrisas que les saca a las pacientes. No faltan aquellas valientes que se animan a entonar junto a él, y por momentos el hospital deja de ser un lugar donde hay sufrimiento para convertirse en un karaoke con sonrisas y suspiros. “Es mi forma de llegar a la gente: hablándoles de fútbol y de música”.

Popularidad en los pasillos es lo que le sobra. Mientras caminamos le hablan los doctores y los familiares de los enfermos. Hace bromas a los stronguistas, palmea en el hombro a los bolivaristas. Reparte besos cariñosos en las mejillas a las mujeres que se le acercan.

Su fama ha trascendido las fronteras del Hospital Obrero y también hace rondas en el Materno Infantil. Escoge los sitios al azar y entra sin tocar la puerta, porque médicos y enfermeros saben de su ocupación.

En las tardes, a las 16.00, ofrece misa en el templo de San Agustín, al lado de la Alcaldía paceña. Siempre que puede da un guiño futbolero o musical a sus sermones y ya tiene sus seguidores.

“Por favor, en su nota ponga que, cuando murió Mario Mercado (presidente de Bolívar en los 80), me sentí muy mal, como si hubiera perdido a un familiar”, me pide Héctor. No hay problema, total, yo también soy periodista, bolivarista y amante de la música ranchera.

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